La comunicación con tu bebé comienza mucho antes de que él pronuncie sus primeras palabras

Ps. Ilana Luksenburg
Aportes desde el Psicoanálisis

Sabemos que los niños comienzan a decir sus primeras palabras después del año y medio, y aún algunos son un poco más remolones.

Pero eso no significa que antes de este período, no se comuniquen, o lo que es más importante, no necesiten comunicarse.

Es bien sabido que el niño, desde el nacimiento, necesita del encuentro humano con otro, con la madre (o sustituto como referente principal de cuidado), y también con el padre, y el resto de la familia.

La madre (o como decíamos, quien cumple la función de cuidado del bebé) es importante porque va a proveer al niño de alimento, se va ocupar de su higiene, de su cuidado físico, de ordenarle las horas de descanso etc., promoviendo así, sabemos, su desarrollo físico (que va a ser constatado por el pediatra cuando ve al bebé saludablemente aumentar de peso y tamaño en cada consulta).

Pero además la madre - sin siquiera saberlo- va a promover en su bebé el desarrollo de su vida psíquica, desarrollo tan importante como el desarrollo físico.


¿De qué manera? ¿De qué se trata esto?
El bebé nace inmerso en un mar de estímulos, de sensaciones, que provienen tanto de su interior, de su propio cuerpo (hambre, incomodidad, dolores), como del exterior que son captados por sus sentidos (vista, oído, tacto, gusto y olfato).

Este conjunto de sensaciones no son "comprendidas" por el bebé, lo invaden, lo "alteran", podríamos decir, lo desorganizan, sobre todo en el comienzo de la vida.

Por esto es común observar a los bebés quejarse, alterarse, moverse, llorar . . .

Se puede decir que el bebé -sin saberlo - va a expresar sus incomodidades, su malestar, a través de sus movimientos corporales, de sus quejidos, y en muchos momentos a través de sus gritos y llantos.

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Vemos que se trata de todo un lenguaje corporal, que el bebé ofrece, sin saberlo.

Por otra parte, sabemos que las madres, o las personas que se ocupan del bebé, son receptivas a este lenguaje corporal, a la vez que son sensibles a las necesidades del bebé. Esto hace que surja en ellas la tendencia, por lo general natural a calmar al bebé.


¿Y de qué manera calman al bebé?
Generalmente comprendiendo esta comunicación corporal. Vemos que intentan dar sentido a los movimientos, gestos y quejidos del bebé traduciéndoles en palabras acompañadas de gestos "¿estás con hambre?", "tenés sueño?", "¿te asustó ese ruido"?, "qué rica la papa!", "sí,sí, te duele la panza", etc.

De esta manera el bebé encuentra respuesta a su malestar, a estas sensaciones que lo alteran, ya que encuentra en la madre una palabra pero también un gesto que lo espeja en sus sensaciones. Y esta contención afectiva incluye no sólo las palabras en sí, sino el tono de voz, los gestos de la madre, y el diálogo corporal que se da entre ambos.

Podemos pensar que se trata de una verdadera comunicación que se inaugura entre el niño y la madre, que dará lugar a la comunicación del niño con el entorno.

De esta manera el niño comienza a darle "sentido" y "coherencia" a sus sensaciones, a la vez que va ingresando al mundo de las palabras y de la comunicación.

El bebé así, paulatinamente va a ir reconociendo, distinguiendo las distintas sensaciones, apropiándose de las palabras (aunque esté lejos de pronunciarlas), lo que le va a permitir ir formando representaciones mentales de sus sensaciones.

Debemos señalar la importancia de este diálogo madre-bebé - que por lo general se da de forma natural - ya que va a ser fundamental para el desarrollo del psiquismo que señalábamos al principio.

Resumiendo, podemos decir que el niño necesita del encuentro afectivo, sostenido en el tiempo, con otro humano disponible, que lo comprenda, que le dé sentido a sus sensaciones, que le ponga palabras.

Pero es importante señalar que este proceso se debe dar de manera natural. No debemos estar permanentemente "interpretando" los movimientos o los

quejidos del bebé, es decir no debemos adjudicar significados a todos los movimientos del bebé.
Tampoco el niño necesita de la presencia constante de la madre. Este extremo no favorece el desarrollo psíquico del niño.

El niño va a necesitar progresivamente de momentos de ausencia de la madre. Es decir, la alternancia de presencia de la madre con momentos de ausencia (cuando comienza a trabajar, vuelve a hacer sus actividades, etc)

Junto a esto, hemos observado que el niño va a necesitar del encuentro con objetos (juguetes) con los cuales va a encontrar también una forma de calmarse.

En este sentido, vemos que los muñecos de textura suave (peluches), y con rostro humano y lindo gesto (muñecos, ositos, perritos) son buenos objetos con los cuales el bebé va a poder interactuar. Le van a permitir calmarse, ya que le evocan al vínculo que ya han establecido con su madre.

Hoy en día observamos una fuerte tendencia a ofrecerles a los niños desde muy pequeños, diferentes tipo de pantallas (celulares, tablets, etc.) para "calmarlos".. Y vemos que el niño queda absorto, como adherido a la pantalla, quizás porque este nuevo conjunto de estímulos mucho más bonito (canciones, colores, movimientos), cancelan o sofocan el conjunto de estímulos propios que lo aquejaban. Podríamos llegar a pensar que en realidad, el niño no se calma con la pantalla, sino más bien queda como anestesiado.

Pero lo más preocupante es que el niño, de esta manera, se priva del encuentro con otro humano, que comprenda su malestar, que lo espeje con sus gestos, que traduzca a palabras sus sensaciones, en definitiva que sosteniéndole afectivamente lo ayude a comunicarse - ingresándolo en el mundo de la comunicación - para así calmarse.

Es importante destacar que no estamos aludiendo al uso ocasional del niño pequeño con las pantallas, sino que nos preocupa cuando el niño se calma más veces con las pantallas, que con la madre o el padre, u otro familiar, cuando esta tendencia se va pronunciando con el tiempo.

Pensamos que la tecnología llegó para mejorar en muchos aspectos la vida humana, pero mal utilizada o utilizada a destiempo puede más restar que sumar.

Para terminar, volveríamos al título del artículo, señalando que la comunicación con el bebé comienza mucho antes de que éste adquiera sus primeras palabras, y que promover esta comunicación va a ser de capital importancia para su desarrollo.

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